caracterizado por disfluencias consistentes en repeticiones y prolongaciones de sonidos verbales y dificultad para iniciar la
frase, pese a que el sujeto sepa lo que va a decir. La disfluencia resulta imposible de eludir y el sujeto reacciona con conductas de esfuerzo y tensión para hablar, añadiéndose también comportamientos de evitación y escape, logofobia y repercusión
negativa en el rendimiento escolar, social y más tarde laboral. La tartamudez o disfemia se inicia típicamente en la edad preescolar, alrededor de los 3 años de edad, sin que exista en la mayor parte de los casos un motivo desencadenante. En general,
hay un componente familiar de predisposición a la tartamudez. El trastorno no es la consecuencia de un problema psicopatológico, sino que más bien tiene consecuencias psicológicas negativas al cronificarse y complicarse con la evolución. A diferencia de la normal falta de fluidez de todo niño preescolar, la tartamudez se da en el 5% de estos niños, que pueden identificarse a tiempo para facilitar la fluidez de su habla y prevenir las consecuencias de su persistencia o cronificación. Aunque es
un trastorno independiente, se halla una frecuencia de comorbilidad con otros trastornos (retraso del lenguaje, retraso del
habla y ansiedad) más alta de lo normal.
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